Los Seis Cristales
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

La Nota. [Drarry de San Valentín. Yupi.]

Ir abajo

La Nota. [Drarry de San Valentín. Yupi.] Empty La Nota. [Drarry de San Valentín. Yupi.]

Mensaje  Lynx P. Vulpecula Lun Feb 15, 2010 2:10 am

Título: La Nota.

Autora: Tyelperin.

Género: Romance/Humor.

Clasificación: G.

Disclaimer: Los personajes de la saga Harry Potter y todo el potterverso pertenecen a J.K Rowling. Yo los uso sin ánimo de lucro.

Resumen: De las más de ocho mil notas, de los millones de regalos y cajas de bombones que Draco Malfoy puede recibir el día de San Valentín, sólo hay uno que le haga levantarse y salir a buscar sangre.

Porque no siempre el amor es predestinado, perfecto o comprensible...si no que, más bien, se decanta por todo lo contrario.

Notas: Llego tarde. TARDE. Unos minutos tarde, al menos xD

Recién salido del horno para celebrar un día que ni me gusta ni me disgusta pero que sirve de genial excusa para ponerse las pilas y escribir algo. Os lo dedico a todos vosotros, oh lectores, en un día (ex-día...) tan especial para muchos como es San Valentín. Espero que os divirtáis y que disfrutéis leyéndolo tanto como yo lo he hecho escribiéndolo.

Por cierto, se supone que se ambienta en el sexto libro (sexto curso) pero me he pasado la trama un poco por ahí...por razones obvias xDD

Sé que el espaciado es monstruoso, pero es tarde y que me aspen si me apetece arreglar algo xD



La Nota.

En las mazmorras toda la luz es artificial. Eso podía parecer muy obvio y básico considerando que las mazmorras estaban bajo el castillo, un lugar al que difícilmente podría llegar un alegre y bienintencionado rayo de sol…pero en el día de San Valentín a veces a mucha gente se le olvidaba lo básico.



- Cuando el sol te ilumina en la Sala Común tu pelo brilla como… - Una mueca de asco interrumpió lo que parecía ir a convertirse en un conmovedor recital de poesía. Al “argh…” le siguió una risilla femenina y un frus frus de tela.



- ¿Cómo qué, Draco? – El chico conocido como Draco, cuyo nombre completo era Draco Lucius Malfoy Black –orgulloso hijo de la casa Slytherin, etcétera, etcétera…- y que ostentaba el respetable cargo de prefecto, que tenía cierta importancia por el hecho de que si decidía cruciar a la nueva William Shakespeare podría quitarse sólo diez puntos o ninguno, se pasó las manos por una pulcramente peinada mata de pelo rubio platino y luego bufó. Fue un bufido más de caballo relinchando que de gato enfadado, bastante poco elegante y más bien desagradable.



- Como tu cara como no lo dejes, Parkinson.



Parkinson, que era una chica pálida y bajita con un corte de pelo estilo años veinte y mirada escéptica pero aún así inexplicablemente atractiva, suspiró con gesto resignado y cruzó las piernas. Sentado a su lado en un sillón verde esmeralda, Draco cruzaba los brazos con un gruñido e ignoraba el “plop” que indicaba que había aparecido un nuevo paquete de chocolate a su lado.



- Draco, cielo… - De la entrada a la Sala Común de Slytherin, algo más concurrida de lo normal ese día, llegó un chistar nervioso. Entre el resto de alumnos se abrió paso uno más moreno, ligeramente más alto y mucho menos odiosamente anglosajón que el resto.



- - Pansy, recuerda lo que pasó el año pasado. Sólo…déjale en paz – Ella alzó la mirada, antes fija en el montoncito de cajas junto a Draco, y dedicó un desdeñoso gesto con la mano al recién llegado.



- Calla, Zabini. San Valentín es el día más divertido del año y…y…



..y entonces, pasó algo raro.



Una lechuza blanca se las apañó para colarse por la puerta detrás de una niña de primero que chilló antes de darse cuenta de que lo que había pasado rozándole la cara era sólo un pájaro grande. La lechuza planeó sobre cabezas y muebles y con un ligero batir de alas se posó sobre el montoncito de cajas y extendió una pata con un pergamino pulcramente enrollado atado en torno a ella.



La lechuza se quedó con la pata extendida un buen rato, rato que Pansy Parkinson, Blaise Zabini y Draco Malfoy dedicaron a mirarla con las bocas abiertas y las cejas enarcadas.



- ¿Qué demonios hace una lechuza aquí? – Pansy miró a Blaise como si le estuviese reprendiendo por el mero hecho de hablar y justo cuando abrió la boca para replicar, la lechuza ululó muy alto y de forma bastante amenazante aun para alguien que no comprende el concepto “amenazante” en el sentido lechucil.



- Por Merlín, que no sea una nota cantada…



Atraída por la voz, la lechuza ladeó la cabeza y miró al chico rubio con sus grandes ojos enormemente abiertos. Volvió a extender la pata con insistencia, esperando y ululando con apremio. Rápido, bicho rosa, coge este papel y deja que me vaya.



Draco deshizo el nudo y cogió el pergamino. Era pequeño, mucho más de lo que habituaba a recibir en San Valentín. En primero, le había llegado una historia de unas sesenta páginas escritas a mano de una chica que decía haber visto el futuro –por supuesto, en ese hipotético futuro ella era la señora Malfoy y tenían dos niños llamados Ted y Tommy- y en cuarto alguien se había tomado la molestia de copiar eso de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de no sé qué autor español sólo para que él lo leyera.



Pero ese trozo de pergamino no era más grande que la caja de una rana de chocolate y antes de leerlo, mucho antes de siquiera vislumbrar las letras garabateadas de forma descuidada y dejada, Draco tuvo un mal presentimiento.



“Me gustas. Ojalá supiese por qué, pero no puedo explicarlo es una sensación que no entiendo y que.

H.P”



Sintió un peso sobre su espalda y unos brazos le rodearon el cuello con agresividad. Luego, la expresión burlona de Blaise Zabini sustituyó la imagen de la chimenea apagada de la Sala Común.



- ¿De quién es, qué pone? Venga, Draco…dínoslo… ¡Zabini! Dile que nos lo diga.



- Draco, ya has oído a la señora…



No tuvieron que decirle mucho más. A la vez que extendía la mano para tenderle la nota a Blaise, a Draco le vinieron a la cabeza muchas personas que conocía con las iniciales H.P. Pero sólo se molestó en plantearse que pudiese ser una, mucho más después de echar un vistazo a la blanquísima lechuza que pedía con ulular autoritario una recompensa por su duro trabajo.



Blaise y Pansy observaron al principio con curiosidad cómo Draco empezaba a ponerse rojo. Cuando empezó a temblar, Pansy le soltó y espió por encima del hombro de Blaise la nota.



- Oh, por Salazar, no me digas que es…



Draco se levantó de golpe tan rígido que quien le golpease tendría que lamentar la pérdida de algún dedo. Tenía los puños tan apretados que sus nudillos habían adoptado una tonalidad blanquecina poco saludable y su rechinar de dientes se oía sobre el murmullo general.



- Potter… - Gruñó de forma gutural, con una ira que surgía desde el fondo de su pecho. En segundos, todos los curiosos de la Sala Común se dispersaron antes de que el caldero burbujeante que era Draco en ese momento estallase.





Ron alzó la cabeza del trozo de pergamino que tenía delante y miró a un lado y a otro casi husmeando el aire.



- ¿Has oído algo, Harry? – Harry, que observaba a su amigo pelirrojo detrás de unas gafas horrendas y redondas bajo un montón de revuelto pelo negro, parpadeó con consternación un par de veces antes de negar con la cabeza.



- No… ¿por qué?



Su amigo Ron Weasley se encogió de hombros y, aún con expresión entre curiosa y desconcertada, volvió a dirigir toda su atención al pergamino.



- No sé. Me pareció oír un grito o algo…



Harry también se encogió de hombros. Los terrenos estaban llenos de gente, bien podría haber sido alguno de esos alegres alumnos que celebraban San Valentín con tanta ilusión...porque dudaba que hubiese sido alguno de esos cabizbajos y taciturnos chicos y chicas que suspiraban y suspiraban sin parar.



Él, técnicamente, había huido de San Valentín. Esquivó a todos los ridículos elfos domésticos disfrazados de Cupido, destruyó todo lo que le llegó antes de siquiera comprobar lo que era, regaló todos los bombones a sus amigos y se aseguró de que nadie le cantara nada. Ron, sin embargo, había sonreído como un idiota cuando un elfo doméstico le tiró de mala gana el pergamino a la cara. Harry aún no sabía qué ponía ni de quién era, pero era capaz de imaginárselo.



Por su parte, sólo había escrito una cosa y a una única persona. Lo había hecho por impulso, en parte para olvidar todo lo relacionado con el Príncipe Mestizo y en parte porque no era más que un simple chico de dieciséis años que también tenía una vida.



Una vez más en los aproximadamente diez minutos que había soltado a Hedwig mordiéndose el labio y cerrando los ojos de forma absurda, se revolvió el pelo con las manos y gruñó lleno de frustración. No tenía que haberlo hecho, tenía que haber quemado la nota o, mejor aún, no haberla escrito. Pero el zumbido en su cabeza había terminado por hacerle ceder.



- Harry… ¿estás bien? – La voz era femenina y venía de un punto indeterminado su espalda. Tras él, una chica de salvaje melena castaña le miraba con preocupación, inclinada como para poder observarle mejor. Su amigo Ron dio un bote en el sitio y él sonrió, algo de mala gana…pero lo hizo.

- Em…¿sí? – Entrecerró los ojos, esperando un reproche que no llegó. En su lugar, Ron dejó por primera vez en toda la tarde el pergamino a un lado y se concentró del todo en él.



- ¿Em sí? ¿Cómo que em sí?



- Por Dios, Ron, déjame a mí… - Ron arrugó la nariz y frunció el ceño, resoplando. El joven e inexperto Harry Potter, que había vivido toda su vida al borde de la muerte, se encogió sobre sí mismo preparándose para el golpe de gracia. A su lado, Ron murmuró algo como “¿Y quién es ese tal Dios?” que casi le hizo reír como un maniático. – Harry, te pasa algo. Es por la nota que te he visto atar a la pata de Hedwig ¿verdad?



Pero de él sólo surgió un quejido bajo y lastimero.



Antes de que nadie pudiese reaccionar, de que Ron pudiese soltar algún taco o de que Hermione pudiese pensar un plan de ataque o de que Harry mismo pudiese dejar de intentar esconderse dentro de su propio jersey, un bramido se dejó oír desde la entrada al castillo. Con pasos fuertes y furiosos, Draco Malfoy se abrió paso entre la multitud buscando y olfateando el aire como un sabueso hasta que su mirada se encontró con el Trío Dorado. Harry no se atrevió a sacar la cabeza, ya metida hasta la nariz dentro del jersey, para encontrarse con los aterradores y furibundos ojos grises de Malfoy.



- Harry… ¿por qué viene Malfoy hacia aquí de esa…? …oh…



- ¿Qué pasa, Mione? ¿Qué hace el hurón?



Desde detrás de Ron, Harry casi podía oír el siseo contenido de Malfoy.



- Perdona, Weasley – Ron se giró, ofendido y bien dispuesto para contradecir ese “Weasley” con un “Malfoy” que sonase igual a “gilipollas” que el que el hurón le había dedicado pero en cuanto le vio se lo pensó mejor. Estaba despeinado, señal suficiente en sí misma como para espantar al más pintado, y todo en él, desde su postura hasta su forma de respirar, gritaba “como alguien me toque los cojones un poco más no dudaré en mandarlo a la tumba…si es que queda algo de él cuando lo haga”. – Pero he venido a charlar con Potter…



El “glub” de la saliva de Harry al pasar con ciertos problemas a través de su garganta surgió débilmente desde el fondo del jersey. Incluso Hermione, que siempre parecía tener una palabra para todo, decidió callar y alejarse prudencialmente de allí unos pasos con Ron.



Harry sacó valor de no sabía dónde, tal vez de esa glándula que secretaba estupidez pura cada vez que se enfrentaba a Voldemort o a Filch o a la Señora Norris o al maldito Peeves, y sacó la cabeza del jersey para dedicarle una sonrisa apagada y forzada a Malfoy.



- ¿Qué hay, Malfoy?



- Una nota de amor tuya en mi Sala Común, eso hay.



Abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir y finalmente optó por dejarla cerrada. ¿Qué esperaba que hiciese? ¿Negarlo todo? Eso iba contra sus principios de héroe y Malfoy debería saberlo, era él el que siempre se burlaba por su complejo de héroe y mártir. Y si quería que se explicase, ni siquiera él mismo sabía muy bien cómo hacerlo.



Todo empezó una fría tarde de Octubre, y a Harry se le antojó conveniente que a su rememorar de la escena le acompañasen un arpegio y un suave efecto de bordes desdibujados, en la que todo el Gran Comedor estaba mucho más helado de lo normal. En las mesas; los alumnos se apiñaban para darse calor y desde su propia mesa, atrapado entre Neville y Ron, Harry se debatía entre el castañetear de sus dientes y que sus gafas se mantuvieran sobre su nariz. Empujando la montura cada dos por tres hacia arriba, Harry se encontró con una visión desconcertante que no había presenciado nunca antes en los seis años que llevaba en ese castillo: Draco Malfoy había sonreído a un grupo de niños y niñas de primero y les había acercado tazas de algo que parecía estar caliente. Eso iba contranatura, dentro de Draco Malfoy no había nada de bondad y Harry tuvo el placer de comprobarlo más tarde cuando descubrió que esa panda de críos le habían chantajeado con difundir no sabía qué estupidez por todo el colegio…pero también tuvo la mala suerte de que se le escapase un latido al verle cumplir su papel de buena persona.



Después de eso, se fijó más en él. Ron y Hermione insistían en que se estaba obsesionando y él había optado por dejar de decirles que iba a ver “qué estaba tramando Malfoy” en ese momento. Descubrió matices, cosas muy malas y cosas muy buenas. Le vio sacrificarse por Parkinson y Zabini, le vio metiendo en líos a un montón de novatos, le vio salvándole el culo a una niña que creía que encantarle el trasero a una Hufflepuff para que se inflase y desinflase a placer era gracioso simple y llanamente porque él también lo creía. Y, sobretodo, le vio reír. De una forma retorcida y convenientemente Malfoy, pero oír esa risa hizo que Harry se plantease más de una cosa y más de dos.



Hasta que llegó a ese punto, ese punto absurdo en el que uno se preguntaba si le atraía un tío y al final concluía que le importaba una mierda y que si así tenía que ser, sería. A partir de ahí, fue cuando se fijó en el físico de Malfoy. Si bien no era especialmente guapo, porque sus rasgos demasiado afilados y demasiado apuntados rompían con la estética, era atractivo. Nadie podía negar que tenía un pelo envidiable y un cuerpo elegante. Le desconcertaron los ángulos y la falta de pecho al principio, luego le desconcertaron sus odiosos ojos grises.



En conclusión, a Harry había terminado por gustarle la persona más inesperada entre las personas inesperadas que podrían llegarle a gustar. Y, definitivamente, esa persona no era Hagrid. Ni Filch.



- ¿Sigues ahí o eres tan imbécil como siempre creí, Potter? – Sacudió la cabeza y el efecto flashbacks se desvaneció con un “puf”. Draco Malfoy seguía ahí, cruzado de brazos frente a él y aparentemente algo menos furioso que al llegar. Ron y Hermione se habían batido en retirada.



Sin esperarlo ni buscarlo, una ola del archiconocido valor Gryffindor le sumergió en las aguas de la temeridad.



- Es cierto. Lo que ponía en el pergamino, es cierto – Antes de que Malfoy pudiese responderle, le calló con gesto de la mano y tomó aire. – Haz lo que te dé la gana. Difúndelo, guárdatelo para ti, ríete de mí…ya me da igual y siendo tú no me espero otra cosa.



- Oh, muy caballeroso. Me escribes una nota el jodido día de San Valentín y luego insinúas que soy un cabrón. ¿Por qué no hay una cola de chicas suspirando por ti, Potter?



Durante unos tensos segundos, Harry estuvo a punto de romper a reír a carcajada limpia. Así, sin más. Dejar salir toda la presión acumulada y que fuese lo que Merlín o Dios o lo que fuera quisiese.



- Debes haber recibido más de ocho mil notas hoy, Malfoy. No entiendo qué haces aquí.



Lo que sucedió en ese momento fue curioso. Harry no pudo esquivar a tiempo un puño que se dirigía a toda velocidad hacia su nariz. El puño impactó y sus gafas volaron mientras él caía hacia atrás por el golpe aunque, antes de llegar a desequilibrarse, algo tiró del cuello de su jersey. Mucho antes de que pudiese tomar aire y recuperarse del shock, se quedó sin respiración y sólo supo que algo muy raro estaba pasando y que Draco Malfoy le estaba besando. Y no de una forma tierna y bonita al estilo Romeo y Julieta, si no como si estuviese muy enfadado y tuviese que desquitarse de alguna manera. Empezaba a acostumbrarse, a ser capaz de intuir la forma de los labios de Malfoy o de intentar descifrar si sabía a algo más que a saliva, cuando Malfoy le soltó de golpe y una palma abierta le cruzó la cara.



Dos golpes, un beso. Podría haber sido peor.



- No vuelvas a hacer eso, Potter. Nunca.



Habría querido preguntar “¿Hacer qué?” o “¿Esto significa algo?”. Incluso podría haber dicho “Me pica la mejilla ¿se te ocurre algún por qué?”. Pero no dijo nada. Se quedó plantado mirando el borrón que sin sus gafas era Malfoy. Volvió a boquear como un pez, pero ningún sonido salió de su garganta. Al parecer, su cerebro se había quedado atascado entre la parte entre el puñetazo y la bofetada.



- Tenemos que aclarar un par de asuntos. Te veré mañana a las seis aquí mismo. Y ni se te ocurra llegar tarde o no aparecer.



El borrón no esperó una respuesta y se fue antes de darle tiempo a terminar de hilar todas las palabras.



Un muy confuso Harry Potter se arrodilló y tanteó la hierba en busca de sus gafas perdidas. Cuando las encontró, se quedó con ellas en las manos y la mirada perdida en el desdibujado infinito.



No sabía muy bien qué había pasado ahí, pero si conocía aunque fuese un poco a Malfoy…era algo bueno.





- ¿Dónde has estado, Draco? – La mirada helada y feroz podría haber hecho que Pansy se partiese por la mitad sólo con haberse quedado fija en ella un par de segundos más. Era, de hecho, una de las más logradas miradas de ira y odio que su querido amigo Draco había elaborado en su vida. Pero ella no era tonta y para una mujer la calidez en los ojos de un idiota era imposible de disimular.



- Por ahí – Con paso firme y agresivo, Draco cruzó la Sala Común llevándose por delante todo lo llevable, desde alumnos hasta muebles, y se encerró en el cuarto de los chicos con un portazo que hizo temblar las paredes de las mazmorras.



- Ya, por ahí… – Pansy miró a Blaise. Blaise la miró a ella. Y los dos sonrieron mientras el montoncito de cajas de bombones crecía un poco más.
Lynx P. Vulpecula
Lynx P. Vulpecula
Celestial
Celestial

Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Localización : Date la vuelta ♪~

Volver arriba Ir abajo

Volver arriba


 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.