Los Seis Cristales
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Rhaegar Kether

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Mensaje  Rhaegar Kether Sáb Ene 30, 2010 2:59 am

Nombre: Rhaegar (Reg) Kether

Edad real: 27 años

Edad humana: Pos eso, 27 ¬¬

Raza: Humano

Bando: Neutral

Poderes: Magia elemental (viento), misil arcano, escudo protector, percepción extrasensorial, pacto de sangre, invocación, videncia.

Descripción física: Un joven que visto de cerca apenas si aparenta ser poco más que un muchacho. Es de complexión recia, sin embargo, mide 1`72 y tiene más músculo de lo que normalmente esperarías en un estudioso. Su pelo corto es negro como los abismos, y según le dé la luz, tiene reflejos azules. Sus ojos son del color de la escarcha, fríos como el hielo. Lleva tatuadas en la espalda unas alas

Descripción psicológica: La determinación que presenta Reg a la hora de cumplir sus propios objetivos es inaudita. Cumple con lo que se propone, y sin ningún tipo de sentimientos ni emoción a la hora de deshacerse de obstáculos que se interpongan en su camino. Su semblante de piedra no muestra remordimientos a la hora de matar a nadie, y está dispuesto a hacer lo que haga falta. Es una persona de pocas palabras, y que piensa mucho en lo que tiene que decir cuando hace falta.

Armas: No suele usarlas sin ton ni son, sin que haga verdadera falta, pero Reg emplea dos Uzis, con cartuchos .45ACP, en el caso de atacar a medio-largo alcance.

Objetos mágicos: Siempre lleva consigo un pequeño frasco de cristal, que contiene una pequeña pero potente dosis de poción curativa. Unas cuantas gotas curan de inmediato heridas leves y dejan fuera de peligro las más graves. Tiene para cuatro dosis.
Aparte, posee un colgante de dragón encantado, donde ha ido acumulando energía mágica. Le sirve algo así como un almacén de emergencia de energía por si se le agota, una especie de batería para usar si necesita más magia de la que tiene. Si se le agota la magia al colgante, él mismo puede canalizar su energía dentro de él cuando está a tope de magia, para así prepararlo otra vez. La cantidad máxima de energía que puede almacenar es el equivalente a la que él usaría en 3 hechizos simples.

Experiencia de combate: No suele meterse en peleas si no lo considera absolutamente necesario, pero su estilo se caracteriza por buscar la victoria a toda costa, usando todos los métodos posibles. Esto es, nada de charlas con el rival acerca de su forma de luchar o de darle a conocer que ha descubierto su punto débil, nada de caballerosidades como enfrentarse a un enemigo que no puede usar magia no usando la magia él tampoco, matar a distancia y por la espalda antes de establecer una lucha cara a cara, etc. No lo hace por cobardía, lo hace para asegurarse sobre todas las cosas de que el otro es vencido. En cuanto a cómo lucha, utiliza sus armas para finiquitar al enemigo antes de que se acerque, y si se acerca demasiado, emplea su magia.

Breve historia: Reg nació en una región donde había muchas ciudades muy pobres. Él era el tercer hijo de una familia cuyo padre de familia trabajaba en cualquier obra, y su madre en un cajero de supermercado, para poder llegar a fin de mes. De niño, Reg tenía un espíritu soñador e imaginativo, añoraba con conocer algo más allá de su ciudad, de poder viajar por el mundo y de conocer cosas nuevas, de aumentar sus conocimientos y de conocer más, pero por desgracia, su familia no podía permitirse más que un colegio público para él y sus dos hermanos, ni unas malas vacaciones. Más aún, este planeta frío, gris, mundano y aburrido le exasperaba, y a veces le hubiese gustado emular las experiencias de los relatos fantásticos, conocer otras realidades que no fuesen una vida aburridamente ordenada, sin imaginación ni expectativas. No era más que alguien del montón, uno más entre las grises y gigantescas masas.
Pero en realidad no era así.
Reg contaba con doce años, pero jamás olvidaría aquel día, en el que la Chispa de su don saltó en él por primera vez. Volvía tan tranquilo a casa, cuando mientras se entretenía mirando los muñequitos del semáforo, se hundió en una hipnosis extraña: no podía moverse, no era capaz de hacer que su cuerpo obedeciese ni una sola de sus órdenes, era incapaz de parpadear ni de mover lo más mínimo sus ojos. De repente, todo a su alrededor se difuminó en una extraña niebla mientras él caía al suelo hundido en un delirio febril ante la atónita mirada de toda la gente de la calle. Ante sus ojos, imágenes de hombres rojos, no, de personas cubiertas de sangre danzaban en torno a él. Las imágenes empezaban a hacerse más definidas, hasta que pudo por fin distinguir a los muertos cubiertos de sangre. Era su familia. Su padre, su madre, sus hermanos mayores… ellos estaban muertos, ellos estaban en el salón de su casa, muertos y con un rictus de horror clavado en la mirada. Reg chilló y empezó a caer en una oscuridad sin fondo…
Lo siguiente fue despertarse en la cama de un hospital, delante de unos enfermeros que vigilaban constantemente su estado. Más tarde le explicaron que se había caído en mitad de la calle, que había empezado a convulsionarse y a farfullar sonidos incomprensibles mientras echaba espuma por la boca. Lo resolvieron diciendo que había sufrido un golpe de calor y nada más, pero él no estaba seguro. Lo que había visto había sido demasiado claro, demasiado nítido para tratarse de un delirio. Las siguientes noches no pudo dormir, debido a que la visión se le acercaba cada vez que cerraba los ojos. Pero el tiempo pasó, las pesadillas le dejaron, y su familia se encontraba en perfecto estado de salud, por lo que acabó olvidando el episodio.
Un buen día, llamaron a la puerta, y como él estaba fuera en la compra, su hermano fue a abrir y se encontró con un hombre que se presentó como un vendedor de enciclopedias. La respuesta del chaval fue cerrarle la puerta en las narices. Y la respuesta del caballero fue explotarle la puerta en las narices, enviándolo por los aires y rompiéndole el cuello estrellado contra la pared. Todo el mundo en la casa acudió ante el sonido, y el “vendedor”, viendo que Reg no estaba allí, les mató a todos y se dispuso a esperar a que llegase.
No tuvo que esperar mucho. Minutos después, Reg llegó, viendo la destrozada puerta de la casa, y al introducirse en ella, descubrió con horror que la visión que había tenido se había hecho realidad. Su familia había muerto, y el causante de todo ello estaba sentado en el sofá delante de él, diciéndole que iba a tener que acompañarle. Reg intentó huir, escapar, esconderse, sobrevivir a toda costa, pero el desconocido se plantó delante de él y le clavó un frío acero en las entrañas. Reg jamás había sentido nunca un dolor semejante, y estuvo a punto de perder el conocimiento, pero se obligó a sí mismo a mirar a su asesino a la cara. Y precisamente, fue cuando de repente le vio recibir una especie de golpe por detrás, porque su cara mostró signos de dolor, y se giró para ver quién le atacaba. El chico no pudo aguantar más el dolor, le daba igual la escena que estaba teniendo lugar delante suya y que casi no veía, y acabó perdiendo el conocimiento…
Se despertó en una cómoda y acogedora cama, en una habitación que no conocía. Alguien le había vendado la herida y le había puesto una especie de ungüento o algo así. Y ese alguien estaba ante él, un hombre ya entrado en años, algo entrado en carnes pero con una mirada que a la vez que le miraba tranquilizador y con cariño, rezumaba una extraña sabiduría, un conocimiento superior al de los mortales, como si conociese todos los secretos del universo.
Aquel fue su primer contacto con un maestro y con la Orden de los Arcanos.
Se enteró de que el monstruo que no había tenido reparos en matar a su familia se trataba de un demonio, que se había enterado de su visión y que había querido capturarle, pues los Dotados con dones eran muy escasos, pero aún más raros eran aquellos que nacían con el poder de la Visión de los acontecimientos que habían de devenir, y que una fuente de información como ésa suponía un premio codiciado por muchos. Se enteró de que el maestro de la Orden que le había salvado también había oído llegar esa información, y empezó a buscarle de inmediato para reclutarlo, llegando justo a tiempo y matando al demonio, salvándole la vida.
A partir de ahí, empezaron mejores momentos de su vida para Reg. Aunque lamentaba mucho la pérdida de su familia, había descubierto algo maravilloso, algo que había soñado durante toda su vida. La magia… ¡la magia existía! ¡La magia era verdad, justo como había soñado miles de veces en su imaginación! ¡La magia era real, existía, y ahora él tenía la oportunidad de aprenderla! El joven no cabía en sí de gozo, era como un bello sueño. Tutelado por la Orden, el chico pasó las pruebas de acceso para convertirse en un hechicero, demostró su gran habilidad para dominar los vientos, el aire y la atmósfera, y más tarde, para pasar a esferas de poder aún mayores. El joven era un verdadero estudioso, y muy prometedor para los mayores de los arcanos. Disfrutó con ansia estudiando y reuniendo conocimientos sobre la magia, y también, por supuesto, como parte de su formación, acabó conociendo la historia de la lucha entre el cielo y el infierno, la guerra sostenida entre ángeles, demonios, repudiados, ángeles oscuros y ellos mismos, la lucha por los seis cristales.
Pasaron los años, y un acontecimiento inesperado. El chico empezó a crecer y a sentir necesidad de compañía, y de sentimientos que brotaban en él... bueno, que a los diecisiete se echó novia.
Para él, no existía una persona más importante en su vida. Arikel lo significaba todo para él. La amaba, la amaba más de lo que nunca hubiese sido capaz de sentir. Era hermosa, sus cabellos dorados, que brillaban como el sol y que no se cansaba de acariciar, sus labios perfectos de los que bebía siempre con ansia, sus ojos verdes y llenos de vida como si reflejasen el mismísimo jardín del Edén. Ella era esto y mucho más, apasionada, cariñosa, alegre… Era como si fuese la segunda mitad que le completaba, y su unión era perfecta, en cuerpo y alma. Cuando los dos estaban juntos, no sabían dónde empezaba uno y terminaba otro. Él le abrió su corazón y su alma.
Un día, como tantos otros, Reg se dirigía a la sede de la Orden, a seguir con sus prácticas diarias, cuando de repente notó que había algo extraño. No era una certeza ni una sospecha fundamentada. Era, simplemente, como una corazonada, algo que sugería que había algo que no estaba bien por allí. Sabiendo que las ocasionales visiones no son la única forma del Destino de comunicarse, y lleno de sospecha y temor, se dirigió con presura a un lugar donde teóricamente él no debería entrar, y en el camino se topó con un bulto inerte. Era uno de los acólitos, y parecía haber sido abatido por un rayo de magia. ¿Intrusos? Aquello no le hubiese extrañado, estaban en guerra a fin de cuentas pero, ¿cómo habían podido llegar tan lejos? ¿Por qué las alarmas de la orden no habían reaccionado en absoluto? Corrió hacia su camino, cada vez más lleno de angustia, hasta que halló el sitio: el lugar donde la Orden de los Arcanos guardaba su Cristal.
Y allí estaba el intruso. Lo último que hubiese esperado. Hubiese podido pensar en un demonio, un ángel oscuro, un repudiado quizás, o incluso un miembro de la orden traidor. Pero era lo último que hubiese pensado. Un resplandeciente ángel, con un aura de luz divina, que lejos de transmitir tranquilidad y paz lo único que hacía era darle escalofríos. Pero por desgracia, el ángel se dio cuenta de su presencia nada más entrar él, y se encaró a Reg.
Jamás, jamás, jamás en su vida, podría olvidar nunca la mirada cargada de odio que destilaban los ojos de Arikel. El joven enamorado no podía entender por qué ella estaba allí. ¿Arikel era en realidad un ángel? ¿Qué hacía allí? ¿Acaso había perseguido al intruso hasta allí? ¿Dónde estaba? Intentó empezar a hablar, pero ella enseguida le mandó callar, patético humano. ¿Creía que de verdad había sentido algo por él? ¿Creía que de verdad ella, un ser superior, directamente al servicio del Creador, iba a rebajarse a juntarse con humanos porque sí? No, ella había decidido que era fácil manipular a uno de esos raquíticos y débiles seres, que tan fácilmente caen en la lujuria, para poder cumplir la voluntad de los ángeles y conseguir el trozo de cristal que la humanidad no se merecía. Reg intentó negar todo esto, él no podía estar escuchando esto de verdad, no podía ser cierto, ella estaba mintiendo, él la amaba, y ella le amaba a él, le estaba mintiendo, ella no había asesinado a un humano inocente a sangre fría, ella no podía haberle mentido todo este tiempo. Pero era cierto, cada una de sus acciones había ido encaminada a que el joven mago le abriese su alma y le contase su vida y también los secretos de su Orden: dónde escondían el cristal y qué clase de defensas lo protegían. Y para dejar bien claro su desprecio, Arikel le lanzó un rayo de energía divina, directo al pecho, el mismo usado para matar al hechicero de fuera. Reg podría haber levantado un escudo, pero seguía demasiado confuso, demasiado dolido siquiera para defenderse, y menos de ella. El ataque le impactó de lleno, dejándole incapaz de moverse. El ángel se dispuso a repetirlo, dispuesta a terminar el trabajo, pero entonces una miríada de elementales se abalanzó sobre ella, seguida de los taumaturgos que claramente los habían invocado para proteger el cristal a toda prisa en cuanto vieron el cadáver de uno de sus hermanos en el suelo. Arikel luchó encarnizadamente, pero al final, la lucha por su vida fue en vano. Reg tuvo que presenciar cómo su bella Arikel, su vida, su amor, desapareció ante las devastadoras llamas de un elemental de fuego. Ni siquiera quedó un cadáver al que pudiese llorar. La muerte de Arikel le marcó muy hondo, muy hondo en su corazón…
No sabía que era peor. Si el hecho de que su amor le mintiera, su muerte, o la posterior furia de los maestros. Para ellos, su necedad había matado a un hermano, y había puesto a toda la Orden y posiblemente a la Humanidad en peligro. Reg, roto por el dolor, intentó explicar que había estado enamorado de ella, que no podían juzgarlo por tener sentimientos, pero nadie atendió a razones. Por ello, Reg quedó para siempre expulsado de la orden de los Arcanos, condenado al exilio y a no volver nunca jamás.
Solo, Reg tuvo que vagar por el mundo, y aprender a cuidar sólo de sí mismo, a sobrevivir por su cuenta, a endurecerse y a hacerse insensible. Y mientras tanto, su dolor iba convirtiéndose en rabia, y la rabia en odio. ¿Y estos eran los ángeles? ¿Éstos eran los seres llenos de amor y de bondad? ¿Ellos eran los que debían luchar contra el mal de los demonios? ¿Ellos eran los seres de luz, justos, bondadosos y amables? Mentira. Los ángeles eran aún peor que los demonios. Ellos al menos no fingían ser aquello que no eran. Los ángeles eran viles y crueles, sólo se preocupaban por ellos mismos. La humanidad, en el fondo, no les importaba en absoluto. Y decidió algo. Se juró que conseguiría por su cuenta el sexto cristal, y que aunque era consciente de que no tenía suficiente poder, algún día, algún día… conseguiría librar a la humanidad de los demonios y los ángeles.

Imagen: Esta (Jace Beleren)

Voz: ... Vale, no tengo ni idea ¬¬u


Última edición por Rhaegar Kether el Sáb Ene 30, 2010 5:20 pm, editado 1 vez
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Mensaje  Master Sáb Ene 30, 2010 4:00 pm

La ficha está bien salvo una cosa: El tatuaje.
Ni si quiera los ángeles/demonios/etc, pueden volar en la Tierra. Sus alas son su aura, visible para otras criaturas (los dotados no las veis, solo percibís sensaciones), pero no son tangibles, no son físicas. Y no vuelan.

Partiendo de esa base, que tu PJ pudiese hacer que le brotasen alas en la espalda, solo serviría para que estas fuesen visibles como aura, por otras criaturas, y confundirles, cosa que no sería de utilidad dado que al terminarse el efecto te descubrirían, pero eso ya es cosa tuya. Pero volar, no puede volar. Así que deberás cambiar el objeto.

Una vez edites eso, la ficha estará aceptada.
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Mensaje  Rhaegar Kether Sáb Ene 30, 2010 5:25 pm

Editado. Pero el tatuaje, aunque no mágico, me lo quedo ¬_¬
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